Entendemos por relación terapéutica al vínculo de tipo profesional que se forja entre terapeuta y paciente y que va dirigida a tratar uno o más aspectos o problemas concretos que dificultan la calidad de vida del paciente o de su entorno y que el primero quiere cambiar. Este relación debe estar basada siempre en el respeto mútuo, y especialmente centrada en la figura del paciente o usuario.
A nivel de terapeuta, es necesario manifestar cierto nivel de proximidad en la que el sujeto pueda llegar a sentirse aceptado y escuchado. La presencia de empatía y cordialidad en el profesional también ayudan. Asimismo la autenticidad también es relevante: la capacidad de ser uno mismo y responder de manera sincera a las preguntas que se generen en consulta. Por último, cabe destacar la ausencia de juicio hacia el paciente, la escucha activa, el interés por el otro y la búsqueda de su bienestar como elementos básicos de esta relación.
Viktor Frankl, psicólogo existencial y autor del libro “El hombre en busca de sentido”, acuñó el término de “neurosis Iatrogénica” para referirse al efecto negativo generado (o empeorado) por los agentes de salud, médicos, psicólogos y terapeutas en la salud del paciente. Y es que, a pesar de que un porcentaje importante de pacientes que acuden a sesiones de psicoterapia mejoran, en ocasiones, la terapia psicológica puede ser contraproducente (puede agravar los problemas que presenta la persona).
Si bien aún hoy en día acudir al psicólogo es una acción relativamente poco habitual y aún ligeramente estigmatizada para parte de la población, afortunadamente va siendo cada vez más frecuente que cuando una persona padece algún tipo de problema psicológico acuda a ayuda profesional. A través de la interacción, profesional y usuario establecen un vínculo a través del cual poder trabajar. Dicho vínculo al que se aspira en terapia, llamado a veces "rapport", debe ser trabajado a lo largo del tiempo con el fin de poder ofrecer un servicio óptimo.
Hay que tener en cuenta una cosa: un psicólogo es un profesional que está ofreciendo un servicio y que está cobrando por ello. Ello implica que estamos en medio de una relación de tipo profesional, en la que si bien es inevitable y es deseable que aparezca cierta vinculación o incluso afecto no debemos confundir dicho vínculo con otro tipo de relaciones. Así, la relación entre psicólogo y paciente no es ni de amistad ni de otro tipo que no sea profesional.
Si bien es importante tener claro que la relación entre psicólogo y paciente es un vínculo de tipo profesional, dado en un contexto terapéutico y en el que el psicólogo debe ser objetivo, ello no implica caer en un error relativamente frecuente: la frialdad.
No es extraño que muchos profesionales, especialmente si acaban de empezar aunque ello no es necesario, mantengan una actitud ligeramente distante y piensen y se manifiesten únicamente en términos de tratamiento o centrados en el problema. Pero aunque la intención que muchos de ellos tienen es hacer una separación que no confunda al paciente entre lo que es relación profesional y personal, un excesivo distanciamiento provoca que este tenga mucho más difícil sentirse comprendido por el profesional e incluso confiar en él.
Una actitud abierta y cercana, que refleje aceptación incondicional hacia el paciente y una escucha activa de lo que comenta y le preocupa son de hecho algunos de los aspectos que más cercanía y a su vez que más productivos son de cara promover un cambio en el paciente. Tampoco olvidemos que quien se hace psicólogo lo hace porque quiere ayudar a los demás a que puedan vivir su vida sin limitaciones y sin un sufrimiento excesivo que permita una vida normal.
Es muy importante saber, que la evolución terapéutica suele ser progresiva y que el avance no dependerá exclusivamente del psicólogo, Muchos pacientes llegan a esta conclusión después de algunas sesiones de terapia. Lo cierto es que generalmente es necesario un cierto tiempo para que las terapias hagan un efecto consistente. Además, hay que tener en cuenta que el psicólogo no va a hacer que los problemas desaparezcan. Se trata de una ayuda profesional que nos orienta y facilita la superación de las problemáticas, pero no sin que sea necesario un esfuerzo propio para lograr el cambio.
Sin embargo, si teniendo todo ello en cuenta y pasado un periodo de tiempo relevante la terapia no se ve efectiva, resulta fundamental comunicárselo al psicólogo. De esta manera el profesional puede despejar las dudas que el paciente pueda tener el respecto, variar el enfoque terapéutico (es necesario recordar que la configuración de cada psique es diferente y que lo que a algunos les resulta útil para superar un problema no lo es para otros) o bien derivar a otro profesional con una perspectiva diferente del problema que pueda resultar más adecuada al caso.
Además, el cumplimiento o incumplimiento de las tareas y desafíos que el profesional indique y la generalización a la vida cotidiana de las indicaciones profesionales (que pueden resultar difíciles de llevar a cabo), va a permitir que el paciente avance o no en su recuperación, pudiendo haber grandes diferencias en la consecución de los resultados deseados.
¿Qué motivos pueden provocar que el paciente no mejore debido a los malos hábitos terapéuticos y profesionales de algunos psicólogos?
1. Sientes que estás siendo juzgado
Nunca deberías sentirte juzgado ni criticado por el terapeuta, pues nadie en esta vida es perfecto. El profesional de la psicología debe intentar comprender tu situación, y aunque no la comparta, no debe imponer su opinión. La relación terapeuta-paciente es una relación profesional en la que el psicólogo debe darte las herramientas necesarias para poder mejorar tu bienestar psicológico. Un terapeuta que juzga y critica abiertamente a sus pacientes no es un buen profesional.
2. No es experto en tu problema
Puede que el profesional que visitas no sea el psicólogo que necesitas. Dentro de la psicología hay distintas especializaciones, y no todos los psicólogos poseen las competencias necesarias para ayudarte en cualquier tipo de problema.
Por ejemplo, un psicólogo experto en desarrollo personal no tiene por qué poseer el conocimiento o los habilidades necesarias para tratar problemas de la conducta alimentaria. Además, el psicólogo debe entender que hay pacientes que funcionan mejor con la terapia cognitivo-conductual y otros, por ejemplo, lo hacen con la terapia Mindfulness. Dicho de otra manera, no todas las terapias son iguales para todas las personas.
3. El terapeuta habla demasiado sobre sí mismo
Está bien que el terapeuta, durante la sesión de terapia, exponga ejemplos de situaciones similares a las de tu problema para que puedas sentirte identificado. Esto puede ayudarte a entender el problema desde otra perspectiva y, además, puede favorecer el clima de confianza o rapport. Ahora bien, cuando el terapeuta habla demasiado sobre sí mismo, no es nada positivo. Algunos terapeutas pueden verse tentados a hablar de sus logros, sus dilemas, sus trabajos, artículos, familias, etc. Pero peor es aún cuando revelan aspectos personales de la vida cotidiana, como, por ejemplo, prácticas sexuales.
4. La comunicación del terapeuta no es correcta
Estudiar la carrera de psicología puede aportarte conocimiento sobre la salud mental y la psicoterapia. Pero, además de este conocimiento, es necesario que los terapeutas dominen ciertas habilidades interpersonales y habilidades de comunicación.
Una de las claves de la relación terapeuta-cliente es que exista buena comunicación y entendimiento entre ambos actores, de manera que se cree una buena alianza terapéutica. De existir problemas en esta relación profesional, es posible que no se produzcan los beneficios esperados. Puede que el problema sea la actitud del terapeuta o simplemente que no haya feeling entre ambos.
5. No escucha activamente
Las sesiones terapéuticas son espacios de interacción en los que las emociones pueden estar a flor de piel. Por tanto, el terapeuta, además de dar pautas de actuación, debe escuchar activamente (es decir, debe estar con los cinco sentidos) al paciente. Los terapeutas que interrumpen continuamente las sesiones, provocan que se pierda la conexión y la sensación de confidencia que se ha creado. Pero, además de interrumpir, tampoco es positivo que éste no recuerde datos importantes de tu caso.
6. Habla sobre la vida de otros pacientes
La información que el paciente proporciona al terpeuta es información confidencial que no puede compartir con otros pacientes. En el caso en que el psicólogo comparta contigo información privada y confidencial de otros clientes, debes saber que este profesional está incurriendo en una mala praxis, y puede ser denunciado por ello.
7. No deriva a otros profesionales cuando es necesario
Puede ocurrir que el terapeuta detecte que la relación con el paciente ha llegado a su fin por distintos motivos. Es posible que la relación entre ambos no sea la apropiada, que el paciente necesite la ayuda de otro profesional experto en un determinado tema o que simplemente éste no encaja con su modelo terapéutico. En estos casos, el terapeuta debe derivar el paciente a otro profesional para que este último pueda beneficiarse de la ayuda proporcionada por otro profesional sanitario. Si no lo hace, está incurriendo en una mala praxis.
Así que, si crees que estás en manos de un mal psicólogo, no lo dudes y déjalo. Ten por seguro que no te está haciendo ningún bien. Observa que en el profesional que te trate no se den varias de estas condiciones, pues por desgracia, no todo el que se hace llamar terapeuta tiene los conocimientos y actitud necesarios para ayudarte.
Norcross, J.C. (Ed.). (2002). Psychotherapy relationships that work. OUP.
Rogers, D. (2015). Further Validation of the Learning Alliance Inventory: The Roles of Working Alliance, Rapport, and Immediacy in Student Learning. Teaching of Psychology. 42 (1): pp. 19 - 25.
Spencer-Oatey, H. (2005). (Im)Politeness, Face and Perceptions of Rapport: Unpackaging their Bases and Interrelationships. Politeness Research. 1(1): 95 - 119.
Wierzbicki, M.; Pekarik, G. (1993). A meta-analysis of psychotherapy dropout. Professional Psychology: Research and Practice. 24(2): pp. 190 - 195.
A nivel de terapeuta, es necesario manifestar cierto nivel de proximidad en la que el sujeto pueda llegar a sentirse aceptado y escuchado. La presencia de empatía y cordialidad en el profesional también ayudan. Asimismo la autenticidad también es relevante: la capacidad de ser uno mismo y responder de manera sincera a las preguntas que se generen en consulta. Por último, cabe destacar la ausencia de juicio hacia el paciente, la escucha activa, el interés por el otro y la búsqueda de su bienestar como elementos básicos de esta relación.
Viktor Frankl, psicólogo existencial y autor del libro “El hombre en busca de sentido”, acuñó el término de “neurosis Iatrogénica” para referirse al efecto negativo generado (o empeorado) por los agentes de salud, médicos, psicólogos y terapeutas en la salud del paciente. Y es que, a pesar de que un porcentaje importante de pacientes que acuden a sesiones de psicoterapia mejoran, en ocasiones, la terapia psicológica puede ser contraproducente (puede agravar los problemas que presenta la persona).
Si bien aún hoy en día acudir al psicólogo es una acción relativamente poco habitual y aún ligeramente estigmatizada para parte de la población, afortunadamente va siendo cada vez más frecuente que cuando una persona padece algún tipo de problema psicológico acuda a ayuda profesional. A través de la interacción, profesional y usuario establecen un vínculo a través del cual poder trabajar. Dicho vínculo al que se aspira en terapia, llamado a veces "rapport", debe ser trabajado a lo largo del tiempo con el fin de poder ofrecer un servicio óptimo.
Hay que tener en cuenta una cosa: un psicólogo es un profesional que está ofreciendo un servicio y que está cobrando por ello. Ello implica que estamos en medio de una relación de tipo profesional, en la que si bien es inevitable y es deseable que aparezca cierta vinculación o incluso afecto no debemos confundir dicho vínculo con otro tipo de relaciones. Así, la relación entre psicólogo y paciente no es ni de amistad ni de otro tipo que no sea profesional.
Si bien es importante tener claro que la relación entre psicólogo y paciente es un vínculo de tipo profesional, dado en un contexto terapéutico y en el que el psicólogo debe ser objetivo, ello no implica caer en un error relativamente frecuente: la frialdad.
No es extraño que muchos profesionales, especialmente si acaban de empezar aunque ello no es necesario, mantengan una actitud ligeramente distante y piensen y se manifiesten únicamente en términos de tratamiento o centrados en el problema. Pero aunque la intención que muchos de ellos tienen es hacer una separación que no confunda al paciente entre lo que es relación profesional y personal, un excesivo distanciamiento provoca que este tenga mucho más difícil sentirse comprendido por el profesional e incluso confiar en él.
Una actitud abierta y cercana, que refleje aceptación incondicional hacia el paciente y una escucha activa de lo que comenta y le preocupa son de hecho algunos de los aspectos que más cercanía y a su vez que más productivos son de cara promover un cambio en el paciente. Tampoco olvidemos que quien se hace psicólogo lo hace porque quiere ayudar a los demás a que puedan vivir su vida sin limitaciones y sin un sufrimiento excesivo que permita una vida normal.
Es muy importante saber, que la evolución terapéutica suele ser progresiva y que el avance no dependerá exclusivamente del psicólogo, Muchos pacientes llegan a esta conclusión después de algunas sesiones de terapia. Lo cierto es que generalmente es necesario un cierto tiempo para que las terapias hagan un efecto consistente. Además, hay que tener en cuenta que el psicólogo no va a hacer que los problemas desaparezcan. Se trata de una ayuda profesional que nos orienta y facilita la superación de las problemáticas, pero no sin que sea necesario un esfuerzo propio para lograr el cambio.
Sin embargo, si teniendo todo ello en cuenta y pasado un periodo de tiempo relevante la terapia no se ve efectiva, resulta fundamental comunicárselo al psicólogo. De esta manera el profesional puede despejar las dudas que el paciente pueda tener el respecto, variar el enfoque terapéutico (es necesario recordar que la configuración de cada psique es diferente y que lo que a algunos les resulta útil para superar un problema no lo es para otros) o bien derivar a otro profesional con una perspectiva diferente del problema que pueda resultar más adecuada al caso.
Además, el cumplimiento o incumplimiento de las tareas y desafíos que el profesional indique y la generalización a la vida cotidiana de las indicaciones profesionales (que pueden resultar difíciles de llevar a cabo), va a permitir que el paciente avance o no en su recuperación, pudiendo haber grandes diferencias en la consecución de los resultados deseados.
¿Qué motivos pueden provocar que el paciente no mejore debido a los malos hábitos terapéuticos y profesionales de algunos psicólogos?
1. Sientes que estás siendo juzgado
Nunca deberías sentirte juzgado ni criticado por el terapeuta, pues nadie en esta vida es perfecto. El profesional de la psicología debe intentar comprender tu situación, y aunque no la comparta, no debe imponer su opinión. La relación terapeuta-paciente es una relación profesional en la que el psicólogo debe darte las herramientas necesarias para poder mejorar tu bienestar psicológico. Un terapeuta que juzga y critica abiertamente a sus pacientes no es un buen profesional.
2. No es experto en tu problema
Puede que el profesional que visitas no sea el psicólogo que necesitas. Dentro de la psicología hay distintas especializaciones, y no todos los psicólogos poseen las competencias necesarias para ayudarte en cualquier tipo de problema.
Por ejemplo, un psicólogo experto en desarrollo personal no tiene por qué poseer el conocimiento o los habilidades necesarias para tratar problemas de la conducta alimentaria. Además, el psicólogo debe entender que hay pacientes que funcionan mejor con la terapia cognitivo-conductual y otros, por ejemplo, lo hacen con la terapia Mindfulness. Dicho de otra manera, no todas las terapias son iguales para todas las personas.
3. El terapeuta habla demasiado sobre sí mismo
Está bien que el terapeuta, durante la sesión de terapia, exponga ejemplos de situaciones similares a las de tu problema para que puedas sentirte identificado. Esto puede ayudarte a entender el problema desde otra perspectiva y, además, puede favorecer el clima de confianza o rapport. Ahora bien, cuando el terapeuta habla demasiado sobre sí mismo, no es nada positivo. Algunos terapeutas pueden verse tentados a hablar de sus logros, sus dilemas, sus trabajos, artículos, familias, etc. Pero peor es aún cuando revelan aspectos personales de la vida cotidiana, como, por ejemplo, prácticas sexuales.
4. La comunicación del terapeuta no es correcta
Estudiar la carrera de psicología puede aportarte conocimiento sobre la salud mental y la psicoterapia. Pero, además de este conocimiento, es necesario que los terapeutas dominen ciertas habilidades interpersonales y habilidades de comunicación.
Una de las claves de la relación terapeuta-cliente es que exista buena comunicación y entendimiento entre ambos actores, de manera que se cree una buena alianza terapéutica. De existir problemas en esta relación profesional, es posible que no se produzcan los beneficios esperados. Puede que el problema sea la actitud del terapeuta o simplemente que no haya feeling entre ambos.
5. No escucha activamente
Las sesiones terapéuticas son espacios de interacción en los que las emociones pueden estar a flor de piel. Por tanto, el terapeuta, además de dar pautas de actuación, debe escuchar activamente (es decir, debe estar con los cinco sentidos) al paciente. Los terapeutas que interrumpen continuamente las sesiones, provocan que se pierda la conexión y la sensación de confidencia que se ha creado. Pero, además de interrumpir, tampoco es positivo que éste no recuerde datos importantes de tu caso.
6. Habla sobre la vida de otros pacientes
La información que el paciente proporciona al terpeuta es información confidencial que no puede compartir con otros pacientes. En el caso en que el psicólogo comparta contigo información privada y confidencial de otros clientes, debes saber que este profesional está incurriendo en una mala praxis, y puede ser denunciado por ello.
7. No deriva a otros profesionales cuando es necesario
Puede ocurrir que el terapeuta detecte que la relación con el paciente ha llegado a su fin por distintos motivos. Es posible que la relación entre ambos no sea la apropiada, que el paciente necesite la ayuda de otro profesional experto en un determinado tema o que simplemente éste no encaja con su modelo terapéutico. En estos casos, el terapeuta debe derivar el paciente a otro profesional para que este último pueda beneficiarse de la ayuda proporcionada por otro profesional sanitario. Si no lo hace, está incurriendo en una mala praxis.
Así que, si crees que estás en manos de un mal psicólogo, no lo dudes y déjalo. Ten por seguro que no te está haciendo ningún bien. Observa que en el profesional que te trate no se den varias de estas condiciones, pues por desgracia, no todo el que se hace llamar terapeuta tiene los conocimientos y actitud necesarios para ayudarte.
Norcross, J.C. (Ed.). (2002). Psychotherapy relationships that work. OUP.
Rogers, D. (2015). Further Validation of the Learning Alliance Inventory: The Roles of Working Alliance, Rapport, and Immediacy in Student Learning. Teaching of Psychology. 42 (1): pp. 19 - 25.
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Wierzbicki, M.; Pekarik, G. (1993). A meta-analysis of psychotherapy dropout. Professional Psychology: Research and Practice. 24(2): pp. 190 - 195.